Blog – Hay batallas que no se gritan.
Resiliencia en la maternidad solitaria: cuando todo depende de vos... y aún así no te rendís
Serie: breves historias – por @nutri.alalma
️ Introducción
Hay batallas que no se gritan, que no salen en redes ni se celebran en reuniones familiares. Pero que se pelean todos los días, entre pañales, tareas escolares, cuentas por pagar, angustias escondidas y sobre todo… un cuerpo que no da más.
Esta lectura es para todas esas mujeres y hombres que, aunque están agotados, no bajan los brazos. Para recordarles que a veces, en medio del caos, aparecen señales. Aparecen pequeños ángeles, personas comunes con gestos invisibles que sostienen sin saberlo. Para que abracen esas señales y elijan creer que ya vendrán tiempos mejores.
Historia:
Clara tiene 39 años. Se separó hace unos años y tiene dos hijos pequeños que aún se despiertan por las noches, y que necesitan todo de ella: comida, atención, ternura, firmeza.
Trabaja intensamente porque si no lo hace, no entra dinero para sostener a su familia. Pero sus hijos también la necesitan presente y su cuerpo muchas veces está agotado. Está en esa encrucijada donde todo duele: el cuerpo, los hombros, la cabeza… y el corazón.
Siente que no puede permitirse enfermar, ni llorar mucho tiempo, ni decir que no. Su mente está siempre alerta en las necesidades de alimentación, gastos de colegio, de servicios, de su trabajo y de las injusticias que no dependen de ellas y tiene que afrontarlas.
Y aunque los ama con el alma, a veces se le escapa un pensamiento brutal: “¿Y si desaparezco un día entero? ¿Y si dejo todo y me escondo en el mundo?”
Pero no lo hace. Se levanta cada día y cada noche si es necesario. Con nudos en la espalda y fuerza en el alma.
Y entonces… en medio de ese túnel… empiezan a pasar cosas pequeñas…
Un mensaje inesperado de una amigo que le dice: “Pasé por tu casa, te dejé algo en la puerta.” Una mamá de la escuela que se ofrece a buscar a los chicos sin que ella lo pida. Una vecina que le deja un bizcochuelo envuelto con una nota que dice: “Yo también fui madre sola. Vas bien.”
En medio del túnel, se siente mirada, ya no es invisible ya no está sola. Tiene las mismas responsabilidades, pero se siente más liviana.
Son ángeles sin alas. Gente común con gestos extraordinarios. Y Clara, por primera vez en semanas, llora. Pero no de angustia. De alivio por no sentirse tan sola.
Reflexión final
La resiliencia no siempre se ve como fortaleza. A veces se parece más a una mujer despeinada, en jogging, con ojeras… pero con una fuerza sagrada que no se compra, no se aprende: se activa cuando hay que sostenerlo todo sin soltar a nadie.
“A veces, los ángeles no bajan del cielo. Aparecen como vecinos, amigos, maestros, desconocidos con un gesto simple, pero que te cambia el día.”
️ Práctica para nuestros queridos lectores
Ritual de 5 minutos – “No estoy solo”
- Cerrá los ojos.
- Recordá 3 momentos de tu vida donde alguien te ayudó sin pedir nada a cambio.
- Sentí esa emoción.
- Escribí en un papel: “Yo también soy un ángel para alguien más.”
- Guardá ese papel en tu billetera o agenda.